lunes, 26 de septiembre de 2022

Actos de rebeldía que no le importan a nadie

 
Mientras escribo cada palabra transformo mundos y trazo líneas que antes no existían, le doy un trozo de vida que solo durará unas cuantas páginas a una mujer. Ella, que antes no existía ahora recorre calles y le pregunta a la gente qué debe hacer para llegar al sitio en el que encontrará su destino. Cada vez que aborda a alguien, ésta le dice una forma diferente de llegar y así, va tejiendo una ciudad enorme. No ve más allá de lo que tiene al frente, porque no le doy esa posibilidad. Solo quien le da instrucciones específicas y describe con gran detalle las calles y casas por las que debe transitar tiene en su imaginación ese mundo. 

Esa mujer, que no sabe lo que le va a pasar, con cada palabra y cada diálogo que creo en la hoja blanca, experimenta un nivel de ansiedad más alto. Sus piernas vacilan al dar cada paso, su respiración se acelera al igual que los latidos del corazón. De repente se me ocurre que debe llevar una mochila y mete la mano allí sin mirar. En el fondo, se encuentra con las llaves de la casa que no conoce y de la que salió mucho antes de dar inicio al relato. Toca también lo que parece es un monedero en el que por su peso no contiene mucho dinero o por lo menos monedas, entonces, me pregunto si esta mujer, a la que aún no le he dado voz, ojos, cara y edad, debe llevar dinero, decido qué lleva muy poco, porque aunque aún no lo sé, podrá ser el motivo que la lleve a buscar el lugar. No me quiero salir de la descripción de la mochila y me encuentro con su mano, que ahora la diviso delgada y con las uñas pintadas de negro, una pequeña libreta. Con la palma de la mano verifica que es esa la que estaba buscando y la toma. Allí debe haber algo que le diga a ella y al lector lo que va a hacer. 

 Y sí, de repente, encuentra las indicaciones que alguien, tal vez ella, aunque no es seguro, escribió indicando cada uno de los pasos que debe realizar al llegar al lugar. ¿Qué lugar? ¿será que va a atracar un banco? ¿matará a alguien?  ¿se suicidará? ¿robará un niño? ¿abortará? 

Responder de manera afirmativa a cualquiera de estas preguntas convierten a esta mujer en un ser que tiene problemas y que busca solucionarlo de una manera poco ortodoxa. Me sigo preguntando ¿a dónde la voy a llevar? y pienso que con la información que tengo no puedo darle una personalidad específica. Recuerdo a Rubiano -pobre Rubiano siempre lo referencio en los textos- cuando nos enseñó sobre la creación de personajes, pero no tengo tiempo para eso ahora, es mejor irle dando características en la medida que va andando y ahora, ella está parada en una esquina leyendo su libreta, ansiosa mira a lado y lado de la calle, nadie la sigue, o al menos ella cree eso, decide continuar a la derecha ¿y por qué no a la izquierda? Si toma esa dirección sería simbólico, pero no, como se trata de un acto de rebeldía, dobla a la derecha, de manera opuesta a lo que las otras personas le habían dicho. Antes, cuando les preguntó, no sabía para dónde iba, ahora sí lo sabe, está escrito en la libreta, soy yo la que lo desconozco, todo ahora se vuelve un dilema, porque esta mujer ya está tomando decisiones, tiene vida.
 
Lo mejor sería que ella tomara una decisión trascendental y justamente acabar con la vida que hasta hace unas dos páginas no tenía.  Ese final podría ser la forma fácil. Ella se muere. La forma en cómo llega a eso es práctica. Puede cruzar la calle mientras viene un carro o caminar sobre un puente y lanzarse. Ambas muertes serían contundentes. Decido entonces, como rebelde que soy, dejarla vivir y encontrar su destino. Camina entonces por la calle mientras el sol cae y la brisa mueve su falda y cabello largo. Lleva de la mano a su pequeña hija de 4 años.

martes, 19 de julio de 2022

No estás roto. Corazón.

Yo no tengo el Corazón roto, nadie lo ha tomado en su mano y lo ha deshecho, soy yo la que ha permitido que se abra de par en par para dar lo que tiene por dentro y cuando no recibe, se cierra. Este Corazón es duro como un roble, pero tan suave por dentro como un champiñón, igual de solo también. Nadie ha entrado totalmente a sentir la textura esponjosa y tierna que tiene. La puerta a veces se entreabre para permitirse un poco de aire y una especie de viento fresco y cálido apenas se asoma. Pero no tarda mucho en enfriarse y se vuelve frío y congela lo que hay adentro, entonces vuelve y se cierra. 

Esa puerta, a veces no quiere abrirse, se rehúsa a tener otra desilusión. A veces, el sol llega e ilumina con gran fuerza el Corazón que ahora ya es más grande y fuerte. Más viejo también. Ya no se arruga y no llora por falsas ilusiones. Sabe con certeza que este es su destino. 

Con el tiempo, Corazón se vuelve rígido y la puerta no se abre más y champiñón se seca por dentro, ya no es terso, se deshidrata de tanto silencio y soledad y líneas profundas se esparcen por todo su cuerpo. 

Ya no hay puertas que se abren, ni viento, ni sol que entre. No hay ahora, ni más tarde, suaves dedos que acarician lo que llevas por dentro. 

No estás roto. Corazón. 


lunes, 4 de julio de 2022

Ser

 Soy escritora. Me repito esto todos los días de mi vida, pero debería repetirlo y serlo también. Soy escritora cuando escribo, cuando mis dedos recorren el teclado y siento que lo que mi mente tiene envuelto en nudos se desenvuelve y se convierte en párrafos y oraciones. No soy más que una escritora novata que tiene miedo de decir lo que quiero y lo que piensa, también tiene miedo de ser juzgada y que le digan que no es buena, que lo escribe no merece la pena y ¿si lo dicen qué? ¿Qué te va a pasar Lina?

No te va a pasar nada, porque tu seguirás teniendo tus manos y tu mente para escribir y si no las tuvieras, te aseguro que encontrarás la manera de escribir y decir lo que sientes y pienses, no te de miedo de ser lo que tú eres, no tengas miedo de mostrarte como eres, porque tú puedes hacer esto y más. Te lo debes, se lo debes también a tu madre que siempre quiso verte feliz. Se lo debes a tus hijos que te aman y te extrañan y que son especialmente felices contigo porque eres una buena madre que lo da todo por ellos, se lo debes a tus hermanos que siempre han confiado en todo lo que haces, se lo debes a tu padre que te ha dejado ser libre y te ha dado todo el derecho. Se lo debes a tus amigos que creen en ti y que te impulsan cada día a escribir. Sobre todo, te lo debes a ti. A ti, que te acuestas cada día soñando con terminar tus cuentos y con dedicarte a esto. Se lo debes a esa niña de 10 años que escribía sus cartas y sus cuentos, a aquella mujer que encontró en la escritura de 90 páginas una forma de liberarse, se lo debes a la Lina del 2021 que a pesar de todo lo que se le venía encima tomó la decisión más importante de su vida, esa Lina que tenía miedo y muchos sueños, la que no podía dormir y la que se sentía desesperadamente sola y abandonada, ella que se levantaba cada día con la frente en alto y sin ninguna intención de mirar atrás. Ella se merece que tú, hoy te sientes a escribir y demostrar que, para ti, no hay otra forma de ser feliz y libre.  

Se libre Lina, libérate de ese miedo y ese bloqueo, escribe todo so que tienes en tu mente, no deseches ninguna idea, todas pueden ser una fuente potencial de historias y cuentos. Anda Lina, se una escritora de cuentos, se la mejor escritora de cuentos, se una Alice Munro, una Lucía Berlín, una Clarice Lispector, pero también se una Jorge Luis Borges o un Julio Ramon Ribeyro o un Ricardo Piglia, tal vez tengas suerte y llegues a ser una Virginia Woolf o lo mejor, se una Lina Lozano Lesmes, eso es lo que mereces.

 


martes, 5 de abril de 2022

Ensayo sobre el ensayo

 Voy a escribir sobre lo que es un ensayo o sobre lo que no es. La primera imagen que se cruza por mi pensamiento es la práctica, una rutina, algo repetitivo. Ensayar algo. Ensayemos a ver qué pasa. Practicar es un sinónimo que se me aparece.  ¿Pero es acaso el ensayo eso?  ¿Tengo la capacidad, autoridad y experiencia para hablar de algo que asomó hace un par de semanas a estos pensamientos que escasamente se entretejen en medio del caos?  No lo sé, ¿acaso quién podría hacerlo? Se los dejo a los eruditos, a los que han ensayado escribir ensayos.

El ensayo ni siquiera debe tener una forma y que tampoco debo pelear por llenar estas hojas de argumentos y citas de autores que nunca escuché. Montaigne, Adorno, Proust, Cioran, Sontag, Borges, Amara, Restrepo David y Villano pueden explicar mejor esto. De ellos he aprendido lo que en estas mil palabras trataré de expresar.

Sí, soy ignorante de la literatura y cambiar esa realidad no está dentro de mis pretensiones. Así como no está dentro de un ensayo mencionar la verdad absoluta, lo irrefutable, tampoco terminar las ideas. Dejar fluir el pensamiento puede ser una técnica para acercarse a esto.

¿Qué pasa cuando ensayo llegar a otros a través de mis palabras? Exponiendo en este caso, lo que siento, mientras escribo, ensayo, como cualquier otra cosa en mi vida, lo que tal vez resultará. ¿cómo puedo contar entonces estos sentimientos? Lo primero que se me ocurre y en este marco de ideas puede ser una segunda o tercera característica del ensayo es que éste puede ser narrativo, que a través de una historia puedo exponer mi punto de vista. Cuando era niña, tuve un sueño que me ha acompañado a lo largo de mi vida. Un perro negro grande con ojos rojos se me acerca y me dice “te voy a comer en brazas”. Recuerdo que la noche en que soñé eso por primera vez, me fui a la cama de mis papás, estaba temblando de miedo y ellos solo me abrazaban. No recuerdo por qué exactamente en aquel momento tuve ese sueño, sin embargo, al pasar el tiempo y en la medida en que este perro llega de nuevo a visitarme he podido identificar que se acerca cuando algo me angustia. El perro negro es un símbolo del miedo y llega como una premonición. En el momento en el que aparece, sé que algo me inquietará. He aprendido a vivir con eso y aunque es recurrente, en cada una de sus visitas vuelvo a sentir el mismo miedo. Ese perro negro me recuerda que estoy viva, que sigo siendo esa pequeña que busca un refugio o que tal vez necesita de otros. Esta noche me volvió a visitar. Lo ví venir tranquilo, caminando lenta y tranquilamente. Yo estaba paralizada, como siempre. El perro vuelve a decirme las mismas palabras “te voy a comer en brazas” y se va. Y no son las palabras, las que además no he comprendido, las que me dan temor, es su presencia. Por supuesto, el perro envejece conmigo, pero en el sueño sigo siendo niña. Freud podría interpretar esto de mil formas, yo me desgasté lo suficiente para tratar de entenderlo, para que no volviera y ha sido infructuoso ese camino. Uno de los avances en la interpretación de ese sueño es que el perro es un síntoma del miedo o temor a lo nuevo, a veces a lo indescifrable, tal como lo es el ensayo. 

Y es que, como dice Susan Sontag y muchos otros, …el ensayo no es un género, “ensayo” es apenas un nombre, el más sonoro de los nombres que se da a una amplia variedad de escritos[1] y en este sentido también es un ejercicio de libertad individual. El individuo como eje central, en este caso el escritor.  El que plasma a través de su individualidad algo de tal manera que lo convierte en algo colectivo, para otros. Y eso nos lleva a uno de los principales rasgos del ensayo, el “yo”. Hablar de sí mismo desde la propia vida y experiencia. Un claro ejemplo de esto, son los ensayos de Montaigne, …esto es meramente el ensayo de mis facultades naturales, y en absoluto de las adquiridas, y quien sorprenda mi ignorancia, nada hará contra mí, pues difícilmente voy a responder ante los demás de mis opiniones si no respondo de ellas ante mí, ni las miro con satisfacción.

Me surge con esto un interrogante ¿Por qué me cuesta asumir que la realidad del yo, que mi realidad, puede ser incluso la de otros? El secreto a voces que han descubierto los expertos ensayistas es identificar la forma en cómo se dice esta realidad individual. Lo ha repetido muchas veces Jaír en clase, “no es lo que digo, es la forma en cómo lo digo”.  Puedo en el ensayo lanzarme a hablar sobre cualquier tema controversial[2] pero es la forma en cómo lo digo, la que puede convertir ese tema controversial en algo interesante. Esa forma me lleva a asumir lo que digo, a tener una posición y esta debe ser contundente. Por supuesto, esa posición puede resultar un tanto egocéntrica y así tiene que ser. Es el camino de asumir y ser dueños de nuestras propias palabras. Se necesita carácter, uno bien fuerte para escribir un ensayo, así este sea sobre cualquier tema. Así el tema sea superficial o profundo, el ensayo se convierte entonces en una forma de persuadir.

Si volviera a leer este texto de nuevo, una y otra vez, podría encontrar todas las ideas sueltas, ideas inacabadas, pero es intencional dejar fluir los pensamientos y más sobre “algo” que apenas conozco. Estoy ensayando escribir un ensayo. Podría profundizar en algo puntual y escudriñar a los autores representativos, pero no lo haré. Terminaré con esto:

Para qué escribir algo profundo cuando solo nos sentimos cómodos nadando en aguas mansas.

Al final de aquel sueño lo supe. No iba por el buen camino. ¿Acaso alguien me invitó?



[1] El hijo pródigo. Susan Sontag. 

[2] Un ensayo puede tratar el tema que se quiera, en el mismo sentido en que una novela o un poema pueden hacerlo. Pero el carácter afirmativo de la voz ensayística, su ligazón directa con la opinión y con el debate de la actualizad hacen del ensayo una empresa literaria mas perecedera. Tomado de El hijo pródigo de Susan Sontag.

Búsqueda

 La incasable búsqueda de la libertad

 De la expresión más pura y franca de libertad

 De aquella situación ideal en la que las decisiones no se cuestionen más que por el fin último

 No ha sido posible para mi. 

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