Supongo
que los lectores de este blog, que casi todos son mis amigos, saben que para
esta fecha hablamos de mi mamá. Hoy se cumplen once años desde que murió. Once
años son 4.018 días o 96.432 horas o 4.8221.600 minutos o un dolor
infinito.
El dolor no se puede medir. El
vacío se puede cuantificar; lo que ya no existe, lo que no volverá a suceder,
lo que ella se llevó.
La mayoría de los recuerdos que
tengo sobre ella son maravillosos. Cada imagen que regresa a mi conciencia
viene acompañada de un cálido sol, el aroma de una sopa caliente o una fresca
ensalada, una arepa santandereana rellena de queso asada en fogón de leña. Mi
mamá era lo que se denomina el hogar. A donde quiera que iba, con quien quiera
que estuviera hacía que todo fuera seguro y tranquilo.
Mi mamá también era un caldo
con patacones los domingos por la mañana, era papa chorreada aquellos días que
regresábamos del parque. Era empanadas de carne molida, tamales santandereanos,
frijoles con plátano. Ella era sopa de carne con guineo y aguacate. Toda ella
era un abrazo cálido.
Mami de mi corazón, extraño tus
abrazos. Te extraño todos los días. Sé que me acompañas en todo lo que hago y
que no has dejado sola. Siempre voy de tu mano. Gracias por ser la mejor mamá
que Dios me pudo dar. Gracias por hacerme lo que soy. Gracias por darme la
vida. Siempre estarás en mi corazón.
Ella siempre te acompañara
ResponderEliminarGracias....por lo que escribes, me toca el corazón
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