No solo te quitan lo material.
Eso, puede ser mucho o poco. Lo que se llevan de ti, en unos segundos y si es
demasiado traumático, en unos minutos, es la libertad. La sensación de seguridad
de salir en tu ciudad. La tranquilidad y el deseo de vivir afuera. Se llevan
contigo el plan que tenías para ese momento, los kilómetros que ibas a correr, el
trayecto que ibas a recorrer. Se llevan la paz. En cambio, te dejan imágenes de
ese instante surreal. Imágenes que van llegando de manera inesperada, como un
recordatorio de que aquello sí existió. Te dejan la duda de las otras formas de
reaccionar en ese momento y de un sinfín de posibilidades si las cosas hubiesen
pasado de otro modo.
Por tu cuerpo recorre sangre
llena de rabia. El enojo se apodera de ti y lloras. La impotencia también te
acompaña. Piensas en lo frágil que fuiste, en lo pequeña que eras en ese
momento. Recuerdas el revólver con el que te apuntaron. Piensas en que no te
pasó nada. Intentas, en tu recuerdo, levantar la vista y poder verle la cara al
hombre. No lo puedes hacer. No puedes modificar lo que pasó. Piensas en que tal
vez él estaba también nervioso. Tendría demasiados problemas en casa para tener
que levantarse a las 5 de la mañana y robar.
Piensas en que no logrará mucho
con el botín. En cambio, tu tendrás que reponer lo que tenías y te costará mucho
más de lo que pensabas. Pero son cosas materiales, dicen los demás cuando les
cuentas, eso se recupera. Piensas que tardaste mucho en pagar lo que ya no
tienes. Tendrás que empezar de nuevo. Sonríes. Vas a tener cosas nuevas. O no. Tal
vez no tengas eso que antes era tuyo. El poder que tenías sobre ti ya no lo
tienes. Tendrás que trabajar para recuperar la confianza.
Piensas en las mujeres victimas
de violencia sexual. A ti, no te tocaron, no te besaron, no se metieron con tu
cuerpo. Te dejaron ir. Tuviste suerte. ¿Cómo se sentirán aquellas que no
tuvieron la misma que tú? Aquellos a los que si dispararon. Los que quedaron tirados
en medio de la calle, mientras ellos o él se llevaron lo que tenían. El dolor, rabia,
impotencia, miedo y la pérdida son inmensurables.
Piensas en tus hijos que estaban dormidos mientras pasabas por eso. Tal vez no hubieras regresado a
casa.
Das gracias, estás viva. Empezarás
de nuevo. Sigues adelante.