Mientras escribo cada palabra transformo mundos y trazo líneas que antes no existían, le doy un trozo de vida que solo durará unas cuantas páginas a una mujer. Ella, que antes no existía ahora recorre calles y le pregunta a la gente qué debe hacer para llegar al sitio en el que encontrará su destino. Cada vez que aborda a alguien, ésta le dice una forma diferente de llegar y así, va tejiendo una ciudad enorme. No ve más allá de lo que tiene al frente, porque no le doy esa posibilidad. Solo quien le da instrucciones específicas y describe con gran detalle las calles y casas por las que debe transitar tiene en su imaginación ese mundo.
Esa mujer, que no sabe lo que le va a pasar, con cada palabra y cada diálogo que creo en la hoja blanca, experimenta un nivel de ansiedad más alto. Sus piernas vacilan al dar cada paso, su respiración se acelera al igual que los latidos del corazón. De repente se me ocurre que debe llevar una mochila y mete la mano allí sin mirar. En el fondo, se encuentra con las llaves de la casa que no conoce y de la que salió mucho antes de dar inicio al relato. Toca también lo que parece es un monedero en el que por su peso no contiene mucho dinero o por lo menos monedas, entonces, me pregunto si esta mujer, a la que aún no le he dado voz, ojos, cara y edad, debe llevar dinero, decido qué lleva muy poco, porque aunque aún no lo sé, podrá ser el motivo que la lleve a buscar el lugar. No me quiero salir de la descripción de la mochila y me encuentro con su mano, que ahora la diviso delgada y con las uñas pintadas de negro, una pequeña libreta. Con la palma de la mano verifica que es esa la que estaba buscando y la toma. Allí debe haber algo que le diga a ella y al lector lo que va a hacer.
Y sí, de repente, encuentra las indicaciones que alguien, tal vez ella, aunque no es seguro, escribió indicando cada uno de los pasos que debe realizar al llegar al lugar. ¿Qué lugar? ¿será que va a atracar un banco? ¿matará a alguien? ¿se suicidará? ¿robará un niño? ¿abortará?
Responder de manera afirmativa a cualquiera de estas preguntas convierten a esta mujer en un ser que tiene problemas y que busca solucionarlo de una manera poco ortodoxa. Me sigo preguntando ¿a dónde la voy a llevar? y pienso que con la información que tengo no puedo darle una personalidad específica. Recuerdo a Rubiano -pobre Rubiano siempre lo referencio en los textos- cuando nos enseñó sobre la creación de personajes, pero no tengo tiempo para eso ahora, es mejor irle dando características en la medida que va andando y ahora, ella está parada en una esquina leyendo su libreta, ansiosa mira a lado y lado de la calle, nadie la sigue, o al menos ella cree eso, decide continuar a la derecha ¿y por qué no a la izquierda? Si toma esa dirección sería simbólico, pero no, como se trata de un acto de rebeldía, dobla a la derecha, de manera opuesta a lo que las otras personas le habían dicho. Antes, cuando les preguntó, no sabía para dónde iba, ahora sí lo sabe, está escrito en la libreta, soy yo la que lo desconozco, todo ahora se vuelve un dilema, porque esta mujer ya está tomando decisiones, tiene vida.
Lo mejor sería que ella tomara una decisión trascendental y justamente acabar con la vida que hasta hace unas dos páginas no tenía. Ese final podría ser la forma fácil. Ella se muere. La forma en cómo llega a eso es práctica. Puede cruzar la calle mientras viene un carro o caminar sobre un puente y lanzarse. Ambas muertes serían contundentes. Decido entonces, como rebelde que soy, dejarla vivir y encontrar su destino. Camina entonces por la calle mientras el sol cae y la brisa mueve su falda y cabello largo. Lleva de la mano a su pequeña hija de 4 años.